la ceguera apasionada
nota : remendado el 20 de Octubre. La primera versión decía más que el respeto que nos merecemos para la cordialidad de vivir juntos. Al final todos somos pasajeros de un mismo barco.
Tenemos otro presidente asignado ha desangrarnos el corazón. Lo conocí hace unos treinta años atrás, durante el Festival de la Juventud de Robertico Robaina en la Habana. Canel era para entonces uno de los cuadros de la Juventud Comunista por aquellos días. Recuerdo que entré a la oficina donde él estaba de guardia aquella mañana, en el edificio de la juventud situado en la avenida del puerto, y lo encontré acabado de levantar, con una toalla colgada en el cuello como si aquel trapo fuera el futuro que luego le vendría a caer sobre sus hombros. Era arrogante pero dócil, asequible y a la misma vez frio, de mirada confusa.
Corría el año 1992, tiempo de escaseces y confusiones. Muchos jóvenes no sabíamos que pasaría con nuestro país en los próximos 10 años, excepto que Fidel estaba vivo y mientras él estuviera sentado a la mesa redonda, nuestro país solo iba en una dirección, su dirección. Pero me acuerdo que ya para entonces se escuchaba el descontento de la gente que te decía sin mucho disimulo que aquella mierda no iba a ningún lugar. Los más viejos se sentían atrapados en todas las mentiras e ilusiones que les habían vendido, porque venían con hambre, con apagones, con vacío, llenas de nada mas que de consignas, que reaparecían sobre las paredes recién emparchadas de la ciudad donde se leía Fidelidad y Pa´lo que sea Fidel, me recuerdo bien. No teníamos nada para entonces, como nunca tuvimos nada ni lo tenemos hoy. Solo líderes caprichosos, empecinados en llevarnos a donde ellos decidan, sin aceptar nuestra opinión y sin importarles el precio o el sacrificio que nos tome, porque solo ellos saben qué es lo mejor para todos nosotros.
Me atrevería a decir que desde aquel día en que llegó el primer español a hacer esclavos a nuestros ancestros no hemos vuelto a tener una verdadera libertad. Fueron primero nuestros tatarabuelos españoles, contra quienes nos revelamos al machete de la independencia, tan solo para aceptar la república que nos regalaron los americanos, convenientemente diseñada al gusto de sus intereses más nobles. Y luego nos traicionó el romanticismo ideológico de nuestros padres por una igualdad y justicia que realmente nunca existieron. Salimos de un dictador nativo y corrupto para caer serviles al carisma de otro dictador más sofisticado pero igual de falso y perdido. Ha sido a veces la mala suerte pero ha sido la mayoría de las veces nuestra ceguera innata, nuestra inmadurez política y nuestra falta de objetividad, que hallan pasado 500 años y hoy estemos todavía germinando como nación.
Este problema que tenemos hoy lo hemos creamos nosotros. Nuestra ceguera nos ha hundido en contiendas innecesarias, en escaseces interminables, en sufrimientos económicos, al costo y esfuerzo de nuestros mas bravos y valientes hombres y mujeres. Ahora mismo esos muchachos que hoy están encarcelados, perseguidos por la policía o simplemente por bandidos; ese es el resultado de nuestra irresponsabilidad y cobardía histórica. No supimos ofrecerles un mejor porvenir a nuestros hijos y ahora ellos están pagando nuestra falta de tacto y nuestra complacencia ignorante. Ellos descubrieron por nosotros que lo que le estábamos vendiendo como porvenir era todo falso, un castillo de naipes, una revolución de nubes, principios sin principio, sin razón, pero sobre todo sin necesidad. Miles de excusas para seguir siendo pobres, cientos de razones para vivir de carencias, todo putas mentiras que ellos se niegan a aceptar. Donde quiera que estén ahora mismo, en sus casa esperando sus condenas o en las cárceles aguantándose los gritos, solo espero que alguna vez nos perdonen nuestra estupidez brutal.
Nuestra ceguera nos está costando el futuro, un futuro que estamos invirtiendo en fajarnos los unos con los otros, en dividirnos, en vender nuestro país por migajas de respeto y en reconocimiento a una dignidad que no existe. Recuerden que por la adoración ciega de nuestros padres a un ejercito de barbudos, con ideales gloriosos y con promesas coloridas pero sin ningún fundamento práctico es que hoy estamos como estamos. Aquellos que vinieron a resolvernos los problemas se acostumbraron muy pronto al beneficio del poder y a nuestra fraternidad leal sin cuestionamientos, como si en vez de un país estuviéramos construyendo una hermandad o una secta de adoradores; es por esa falta de cuestionamiento que hoy seguimos sin futuro. Hemos hecho de nuestro país una mafia de ideas, un desconcierto de sueños, una turba de ideales. Lo hemos cantado matando canallas, con lágrimas negras en la ausencia de nuestros queridos que se largaron y todavía hoy seguimos jugándonos el porvenir, esperando por milagros, deseando que sea el vecino quien salga alce la voz y proteste por mí, mientras yo sigo aquí cantando cual si no pasara nada. Por eso es que la vida no nos vale nada.
Tenemos ahora otro elegido sentado en la silla presidencial, otro confundido, oportunista, aquel de la toalla colgada en el cuello, quien desde entonces se preparaba para jurarle lealtad a su carrera política y aprender a vivir de prohibirnos nuestros derechos y nuestras añoranzas de ser libres. Esos son el tipo de líderes que nosotros mismos criamos y votamos por ellos con nuestro voto unido, con nuestras marchas combatientes, con nuestras concentraciones en la Plaza. Es el estilo por donde empujamos a nuestros hijos a ser comunistas y hacernos sentir orgullosos de verlos crecer con su pañoleta roja al cuello y su carnet comunista en el bolsillo. No se haga el de la vista gorda ahora, esos son nuestros hijos y esos son nuestros padres, aquellos de los que hablamos llenos de orgullo con nuestros amigos en el trabajo. Ese señor confundido y desleal que tenemos hoy sentado en la presidencia es sangre de nuestra sangre, hijo de una madre y familia cubana, educado en nuestras escuelas por nuestros maestros, esposo de una mujer de nuestro pueblo, con hijos que corrieron en el parque con nuestros propios hijos. A él nosotros lo criamos, lo educamos, le dimos alimentos, aplausos, admiración y mire ahora cómo nos ha resultado el engendro. Esos policías en la calle que él manda a golpearnos, arrastrándonos a sus cárceles, matándonos con aquellas balas con las nos íbamos a defender del enemigo que nunca llegó, no vinieron de ninguna parte. Ellos y ellas son nuestros hijos y los hijos de nuestros vecinos. Nosotros le inculcamos en el alma a ser como son y ahora estamos pagando, ellos y nosotros, por nuestra ceguera apasionada.
Hemos vivido tanto tiempo hundidos en la miseria de nuestras almas que hemos perdido la capacidad de pensar, de añorar democracia, derechos, libertad, de ser fieles a nuestra patria y no un partido. No admitimos que podemos administrarnos basado en sentido común y tener un gobierno que le deba su existencia al pueblo y a sus demandas y no al revés. Lo peor que nos pasa no es que hoy sigamos obedeciendo las ordenes de quienes no quieren de nosotros nada más que obediencia y culto, cobardía y silencio. Lo peor que nos pasa, la verdadera razón de que Hernando Acosta tenga que salir a recorrer las cárceles en busca de su hija, de que Otero Alcántara este preso y Camila Acosta secuestrada; la razón por la que nuestros periodistas estén censurados y nuestros artistas desterrados; la razón de que estemos escondidos detrás de las ventanas de nuestras casas mirando cómo se los llevan en medio de la noche, qué nos limitemos a hacer guerra virtual con nuestros teléfonos pero sin dar la cara a quienes nos acosan. La razón de que estemos viviendo como ilegales en nuestras propias ciudades, obedeciendo sin censura a nuestro miedo de corderos, es porque ni tan siquiera sabemos adónde queremos ir ni qué hacer con nuestro futuro, una vez lo tengamos en nuestras manos.
Es por eso que aquel partido populista que llegó a nuestras ciudades en 1959 encontró una oportunidad para instaurarse en el poder por mas de medio siglo sin darle una oportunidad a nadie mas, como si solo ellos tuvieran la clave de nuestros destinos. Los dictadores han aprendido del manual de cada uno, han perfeccionado sus métodos para manipular los sueños del pueblo, para trastocar el porvenir con incertidumbre, gastando nuestras vidas con promesas, con justificaciones, fajados con un enemigo que no tiene el más mínimo interés en librarnos de nuestra pobreza, como lo acaba de demostrar luego del 11 de Julio.
Lo que un pueblo quiere no se resuelve con partidos políticos porque ellos no son parte de la solución sino del problema. He tenido la oportunidad de vivir en un democracia por muchos años y ese sistema solo lleva a la corrupción política, la desigualdad social y nuevamente a que alguien se crea con el derecho de, bajo cualquier pretexto, se debe robar la silla presidencial hasta que algún otro se atreva a salir a la calle a reclamarla con su vida. Eso fue precisamente lo que hizo Fidel junto con los otros revolucionarios contra Batista. Fueron muy valientes sin dudas, pero hacer revoluciones es desgraciadamente la parte mas sencilla del porvenir. Administrar la prosperidad de un país, sentarse a negociar los términos del camino, teniendo en cuenta la opinión de cada cual sin amenazas, con respeto y sin meterlos en las cárceles, es en donde se forjan los verdaderos líderes que hoy no tenemos. Negociar con el enemigo, por impensable que sean sus demandas pero para el beneficio del pueblo es lo que cada individuo espera de sus administradores. Los principios son un ardid del alma, pero solo a corto plazo.
Nuestro país está colapsado, su economía prácticamente no existe. Vivimos de créditos impagables, de amistades políticas, no producimos nada y no tenemos libertad para decir lo que pensamos, ¿ que mas nos puede ir mal?. Hemos descendido de ser la república con garantías constitucionales que alguna vez fuimos a una versión vieja y olvidada de feudalismo europeo, en donde todo lo que nos queda de algún valor es un pedazo ocioso de tierra. De cualquier manera no somos inocentes y ni tan siquiera nos atrevemos a admitirlo. Esa nación a la que le hemos dedicado la vida, que hemos mantenido con nuestro miedo y nuestra confusión, está ahora agrediendo a nuestros hijos y es nuestro pecado, de nadie más. Somos nosotros quienes la alimentamos y la mantenemos en el poder, nadie mas.
Si vivir así es lo que queremos pues bien, por eso me fui a explorar el mundo. Si nos atrevemos a soñar un futuro de oportunidades, lleno de dificultades sin dudas, pero con libertad para criticar y derecho a demandar, con una economía libre de ataduras políticas y dogmas, con espacio para todos los cubanos de todas partes, pues bien. Por algo así regresaría. Solo tenemos que recordar que por cualquier camino que sigamos, somos nosotros los responsables, nadie más. Canel solo va por un camino, su camino, el mismo que le celebramos por años a los Castros y que nos trajo hasta donde estamos hoy. El país que hemos devenido dice más de nosotros que cualquiera de las consignas que gritamos.
De cualquier manera, me parece que un cambio es inevitable en este punto, aunque también podemos optar siempre por seguirle haciendo caso a la incertidumbre y continuar con nuestra ceguera apasionada.
Diego Cobian
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