fidel

 

Recuerdo que la primera vez que tuve conciencia de Fidel, hasta donde alcanzo a preguntarle a mi memoria,  habrá sido durante el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en 1978. Yo tendría unos 10 años y fue a raíz de aquel evento internacional en la Habana,  que cantando con los chiquillos de la escuela ¨No hay pan,  no hay pan, el pan lo recogieron pal XI Festival…. ¨ la maestra nos llamó la atención, preocupada por la acertada pero problemática letra de la cancioncita. Si mal no recuerdo, fue esa la primera vez que alguien mencionó su nombre y en mi mente asocié aquella deidad histórica de la que tantas veces antes había escuchado mencionar en mi casa, con su rostro de barba y su uniforme verde olivo. Desde que yo era muy pequeño y debido al amor y el respeto con que en mi familia hablaban de él, Fidel vivía en mi imaginación como un pariente lejano pero importante, al que ni invitábamos a la casa a visitarnos ni tampoco lo íbamos a visitar, pero al que al parecer, era alguien a quien le debíamos muchos favores. 

 

Así lo fui conociendo, en las tantas marchas en la plaza de los primeros de Mayo y en cualquier otro discurso que ameritara la concentración de masas. Me acuerdo de que me subía sobre los hombros de mi padre para ver si alcanzaba a distinguir a aquella figurita iluminada y verde que se movía indignada detrás de la tribuna, arremetiendo contra unos vecinos infernales que eran la razón misma de todas nuestras penurias. Me recuerdo, sería yo un chiquillo, el día en que Jimmy Carter se las arregló para mandar de visita a la Habana a la otra mitad de muchas familias que vivían divididas a ambos lados del famoso Cayo Hueso, y yo salí corriendo por el barrio para contarle a mi madre que venían infiltrados entre los visitantes, agentes de la CIA para intentar destruir a la revolución cubana. Ni tengo idea de a quien le habría escuchado yo la historia, creo que fue a la mujer del Comité de la cuadra, pero así era el nerviosismo con que se vivía en Cuba por aquella época, esperando como si fuéramos una especie de Israel del Caribe, a ser invadidos y exterminados por los yanquis del imperio, hasta que quedáramos desechos en menudos pedazos. Éramos los judíos del comunismo rodeados de enemigos árabes, defendiendo la tierra prometida por Karl Marx.

 

De sus impulsos clarividentes y las soluciones ideológicamente perfectas de Fidel se fue construyendo nuestro país. Dicen que lo peor que le puede pasar a un economista es ser bueno con las matemáticas y por extensión yo le añadiría que lo peor que le puede pasar a un político es ignorarlas. Pretender que una nación se puede administrar tan solo a base de consignas patrióticas y discursos enardecidos no es solo irresponsable sino también suicida. Si alguna vez logramos algún desarrollo en cualquier cosa fue temporal y solo porque el experimento ruso le floreció entre sus manos, a cambio de una agenda militar que nos sumergió en innecesarias y sangrientas contiendas internacionalistas, que ahora todos prefieren relegar, incluso los que por aquel tiempo fueron liberados. Me recuerdo, por ejemplo,  de la anécdota que alguien alguna vez me contó mientas yo trabajaba en el MINCEX, que en los buenos tiempos, para pedir un tractor ruso solo había que levantar el teléfono rojo y esperar a que entrara el próximo barco soviético al puerto. Todo eso funcionó y muy bien, al estilo ¨spasiva¨ hasta el día en que los rusos abrieron los ojos y se dieron cuenta que ya bastante problemas tenían ellos con su propio debacle económico para también venir a ocuparse del nuestro. Fidel sin embargo ya tenía preparada la próxima ficha del juego, cuando para sorpresa del propio Chávez, le mostró el plan que le tenía diseñado para investirlo presidente del segundo país del mundo en cuanto a sus reservas de petróleo. El hombre era realmente un estratega brillante y un visionario del ajedrez. 

 

De ser ateos y materialistas comprometidos terminamos invitando al Papa, - el mismo disidente polaco que supuestamente había ayudado al oeste años atrás, a socavar los cimientos de la muralla de Berlín y derrumbar con ella todas las mentiras del campo socialista -, a que nos diera una misa cristiana al sol ardiente de la mismísima Plaza de la Revolución. Yo soy testigo de que la secretaria del sindicato de mi trabajo nos enseñó a persignarnos el día antes de asistir a la misa, que tampoco fue opcional. Cuando no hubo ni sopa para comer ni luz para alumbrarse, le dimos la bienvenida a la moneda del enemigo y por extensión a sus patriotas, por que fuera de cualquier sorpresa, él ya tenía concebidas las condiciones para que la escoria y los traidores apátridas mandaran su dinero capitalista para abastecer de divisas la economía socialista del país, con el pretexto de las familias. Realmente genial la destreza del hombre para darle el triple salto mortal a la tortilla caliente en el aire sin que jamás se le callera al suelo.

 

A veces sin embargo, me descubro pensando si realmente debería criticar a quien al final del camino no fue más que el producto de vivir tan cerca de un vecino poderoso y de tanta avaricia. Uno agarra la balanza de la justicia y se pone a pensar que hubiera sido de Cuba sin él y sin la revolución, y a la misma vez al otro lado de la escala, el otro yo va depositando tiernamente las memorias de lo que fue una juventud feliz, con muchas garantías que otros con mas democracia que nosotros no podían ni tan siquiera darse el lujo de ponerse a considerar. Me he sorprendido pensando que Fidel fue quizás el patriarca que se ocupó de poner orden en su casa, aún cuando para su desconcierto y sorpresa la mayoría de los hijos le salieron problemáticos y contestatarios. Y a veces tampoco le perdono haber sacrificado a su propio pueblo para parado luego sobre el, lucir su carisma irresistible y su intelecto envidiable. Le reprocho que no hubiera sido suficientemente honesto, transparente o limpio y a veces no me queda mas remedio que perdonarle todos sus defectos y reconocer su valentía y su disposición a jugarse su propia vida a cambio de sus  ideales y sus principios. Algunos humanos nacen con esa piel de camaleón alrededor del cerebro y se le hace luego a uno bien difícil de ponerle un color definitivo a sus ideas. 

 

Preparándose para el final inevitable, debe de haberle dolido mucho que en sus planes inmediatos se le halla colado inesperadamente un millonario escandaloso, con espacio en su agenda internacional solo para el negocio y el nacionalismo. El nuevo presidente electo debe de haber sido un duro golpe para él y para sus intenciones estratégicas, porque nada más lejos de lo que Cuba necesita hoy en su delicadeza, que alguien que venga a ponerle el dedo sobre la yaga de sus deficiencias democráticas y sus desastrosa economía. Tal parecía que la inevitable Presidenta, con su nueva embajada y su bandera yanqui en el litoral, no tendría ninguna objeción a tolerar los sin derechos humanos del vecino; atenuarlos a asuntos de segunda importancia para favorecer un intercambio comercial tímido pero respetuoso, que le permitiera a él llegar hasta su último aliento en paz.

 

Con la muerte de Fidel comienza para Cuba un capitulo difícil de transición a un sistema social del que nunca debió haber estado completamente ajena. El precio a tanto tiempo sumergida en su utopía socialista esta aún por ser saldado y si su líder histórico tuvo alguna vez la intención de prepararla para que disfrutara de un futuro mejor luego de su desaparición física, no hay ninguna evidencia de ello en mi opinión. Toda su parafernalia política muere o se extingue en la nueva realidad de mercado como una flor sin su jardinero, y el dinero vuelve a imponer sus reglas y a regular la sociedad como si estuviéramos arribando a la mañana del último día de 1958. Ojalá y de todo lo que hemos vivido al menos quede lo bueno. La manera por ejemplo, en que aprendimos a pensar como un país independiente,  pero no me siento muy optimista. Nos podríamos considerar afortunados si a cambio ganamos al final una democracia limpia y honesta, dispuesta a respetar y a servir al pueblo que la elija. Una prensa libre que se anime a criticar y a cuestionarse el discurso oficial sin temor a represalias, una economía que no sea secreta y que le de oportunidad a cada cual a ganarse un salario digno sin necesidad de inventar. Pero los cambios son siempre problemáticos y las condiciones en que queda el país luego de 60 y pico años de revolución no son las más óptimas y al él lo juzgo responsable. 

 

Lo voy a extrañar, por su valentía y una lucidez de genio. Porque me convenció de que la isla era un punto minúsculo debajo del dedo de sus ambiciones. Hoy a muerto Fidel Castro, el ídolo que mis padres pretendieron que yo imitara alguna vez, valla desilusión.  Hoy todo comienza de nuevo porque Fidel, querámoslo o no, fue de alguna manera todo lo que fuimos. Hoy Fidel ha muerto y como dice mi amiga Helen yo no voy a hacer fiesta, pero tampoco estoy triste.

 

 dc

[ 2016. Estamos en el 2021 y todavía siguen aguantando palos ]

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